Todos tenemos en nuestro entorno, el que sea (laboral, cultural, deportivo, familiar, afectivo) distintos actores, cada quien encasillado en nuestra ordenada y llena de casilleros etiquetantes, razón emocional, allí en el medio de la razón y el ánimo en un limbo bardo, está la sección de etiquetado. Tendemos a catalogar y colocar roles a nuestros personajes, el loco, la loca, el drogo, el mentiroso, la honesta, el chismoso, el jalabola, la espiritual, el anarca, la nube negra, el mala vibra, el flojo, la burrita de carga, la creativa, el nulo… Y así vamos.
Ayer llego a mi entorno, una niña, más que niña era una adolescente aniñada, o una niña grande, era difícil etiquetarla, un absoluto completo, el todo y la nada comprimido en un ser, coloca flores en su mesa y colecciona cuchillos, ora a escondidas, y se declara rebelde a voces, se viste como un varón, y peina sus trenzas, le gusta cocinar, pero detesta comer, no le gusta el mucho hablar, pero escribe a rabiar, odias las risas destempladas, pero le gusta lo que la hace reír, se declara libre, y su codependencia la lleva a servir y servir, cual ambulancia urgente. Creo que tiene mucho miedo, pero parece muy valiente, la sección de etiquetado me hace observarla, y el ánimo del limbo bardo, la llama inteligente.
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