domingo, 27 de septiembre de 2009

EL VIEJO DE LA MONTAÑA




Sabía que tarde o temprano iba a terminar escribiendo sobre su gran quimera, “El viejo de la Montaña”, años hablando de el, este que vive en las afueras, muy lejos, o al menos ella así lo imagina, en una cueva o en una montaña, un viejo… si lamentablemente -para ella- tiene que ser viejo, tiene cierto gusto por los añejos de todo tipo, la música, los poetas, los pintores el vino y los hombres,  le parece que cuanto mayor son, mejor. Algunos piensan que es un problema no resuelto con la figura paterna, pero el caso es que a Soluna le gustan viejitos. Si un pretendiente le lleva diez años para ella sigue siendo muy poco, cree que los hombres mayores tienen cultura, paciencia, astucia y sobre todo la comprensión que ella necesita para su tan incomprendido, por ella misma , carácter.


Así lo describía en conversaciones miles que tuvimos, yo lo imaginaba como un viejo hippie, que alguna vez había sido algo, algo que podría ser cualquier cosa, pintor, poeta, actor, escultor, loco, o hasta algún asesino en serie, pero el tipo tanta veces descrito por Soluna, algo era y en algo andaba, si es que existía.

..." es un viejo si, y de verdad es lo que más me gusta, tiene el cabello largo, y se la pasa casi siempre desnudo o a medio vestir, el viejo escribe, pinta, cría animales, toma vino, fuma marihuana, se ríe todo el tiempo, de mi de el y de todo, no existe el mal humor en su rostro, le gusta vivir, y el también sueña con conocerme… es un viejo con sueños, como yo" .  decía.

Una vez ella cansada, de tanta espera,  con la carga de mal humor que provoca esta ciudad y harta de creer que el maldito viejo no existía, ni la cueva ni la montaña, y de tropezarse con viejos de ciudad. Se sentó en un banco del parque encantado, así le llamaba su parque predilecto, ya que estaba convencida totalmente que donde había árboles y plantas, también disfrutaban duendes hadas y encantos, ese día, el, se sentó a su lado. Ella respiro profundo sin percibir a su vecino, y así… "Te juro que justamente lo respire, al sentir su olor, y sabía que era el, no se si te ha pasado, pero hay abrazos que se detienen, mientras el mundo gira a su ritmo normal acelerado, hay besos matutinos y dominicales, que no son besos de saludos ni corporativos, hay momentos que son instantes donde el tiempo se paraliza, y ese día vi sus ojos, y sabía que habia llegado".

Y se quedó, hoy Soluna vive en medio de la montaña, en un sitio apartado, tan lejos que necesito brújulas para ir a visitarla, si este viejo loco no hubiese llegado por fin, quien sabe si ella termina por marchitarse, creyendo en lo increíble, pero lo extraordinario sucedió.

El viejo de la montaña… por fin llegó.

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